miércoles, 22 de mayo de 2013

El Partido Comunista y el Golpe del 76 (Primera Parte)


Al Luis Reinaudi lo conocí a través de Enrique Vázquez apenitas llegué a Córdoba para estudiar periodismo, en febrero de 1991. Me salió de garante para mi primer y mi segundo alquiler de estudiante. Fue mi compañero de canto en el Coro del Colegio de Abogados de Córdoba. Juntos fuimos a cantar a Bariloche. En una parada del camino, en Neuquén, me llevó a la casa del Chito Zeballos, ante quien interpreté “Eclipse de mar”, mi hit de aquel viaje. Su versión del tango “Fangal” supera incluso la de Edmundo Rivero, en la cual se basa. Es profesor titular de la Facultad de Derecho de la UNC. Es quizás el mejor abogado en lo laboral del país. Periodista de toda la vida. Mide dos metros, fuma pipa y es hincha de Ríver. Una de las personas más encantadoras y fascinantes que conocí. Mi amigo me enorgullece y enorgullece a mi Partido, que fue también el suyo, donde siempre lo recordamos con los abrazos abiertos. Esta es su respuesta a una nota publicada en el diario Clarín el pasado finde.
 
Eclipse de mar by Juan Carlos Baglietto on Grooveshark
 
Autocriticarse es bueno, saludable, digno. Renegar no. En Clarín, edición del sábado 18, Jorge Sigal toma como pretexto la muerte de Videla para continuar el ajuste de cuentas con su pasado como militante -y en su momento destacado dirigente- del Partido Comunista. No escribo para polemizar con él acerca de la posición del PC (al que también pertenecí) sobre el golpe del 76 y la dictadura. Con toda seguridad él tenía un acceso más directo a la cúpula partidaria.
   Yo era por entonces militante sindical y profesional, como abogado, en Córdoba. Recuerdo, sí, haber compartido con compañeros de actividad una posición crítica sobre la falta de claridad y contundencia en las posiciones públicas de la organización, pero tuve la suerte de no haber recibido jamás un “informe” en el que se calificara al difunto presidiario como democrático. No lo habría soportado.
   Sigal se permite atribuir una imagen de ingenuidad, cuando no de cobardía, a los militantes comunistas asesinados, quienes según su calumniosa memoria, habrían muerto “ … con la credencial de su partido en la mano tratando de convencer a sus captores de que el PC no tenía nada que ver con los grupos guerrilleros”.
   No es ése mi recuerdo. Es cierto que, con genuino derecho, nos permitíamos exponer públicamente nuestra discrepancia con quienes abrazaron la vía armada. No lo es menos que quienes nos calificaban peyorativamente por esa posición, llegado el momento sabían que los abogados comunistas defendíamos a los presos políticos cualquiera fuese su ámbito de actuación.
   Pero refulge dolorosamente en mi memoria la imagen de aquellos a quienes no pudimos defender, y como solo, único y suficiente ejemplo me basta el de David Coldman, el Gordo, responsable de la autodefensa del PC cordobés, quien resistió hasta la muerte el más siniestro chantaje físico y moral sin suministrar una sola información a sus verdugos. Lo que digo no es retórica: antes de ser asesinado y salvajemente torturado, debió asistir al tormento y muerte de Eva y de Marina. Su mujer y su hija. No sé dónde estaba Sigal entonces, pero cualquiera haya sido su heroico pasaje por ese momento, tengo la certeza de que no legitima su liviano e irrespetuoso presente.

Luis Reinaudi
 
 

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