domingo, 24 de marzo de 2013

Ben Affleck, pésimo actor y peor agente de la CIA




Basta con auto infligirse la tortura de ver “Argo” durante veinte minutos para constatar que se trata de una película tan falsa como el meollo de su trama. No hay nada allí que sea creíble, empezando por la recreación de la época, para cuyos vestuarios, peinados y anteojos los realizadores parecen haberse inspirado en la obra de Peter Capusotto y sus Videos. Ni hablar de las actuaciones, donde apena ver a John Goodman y Alan Arkin forzados a declamar las líneas de un guión sin alma, tan predecible como las verdaderas intenciones del film que fuera anunciado ganador del Oscar desde la misma Casa Blanca y en voz de la primera dama de los Estados Unidos. ¿Coincidencia? No, por supuesto.



Pero sigamos en el plano formal mirando a través de los ojos de Oscar Cuervo, cuya crítica en el blog La Otra publiqué y discutí aquí hace un par de meses: “No hay en la película de Ben Affleck un solo planteo narrativo, una resolución dramática, ninguna caracterización de personajes, ningún ritmo o enfoque de la mirada que no se atenga a una retórica gastada. Argo habla una lengua muerta. La textura visual, que en su fotografía, su vestuario y ambientación, incluso en la fisonomía de los personajes remite inmediatamente a la memoria del cine setentista (es decir: del cine pre-digital), sólo se funda en una conciencia reactiva y culposa del mainstream hollywoodense. Affleck finge hacer un cine adulto en reacción a la puerilidad del Hollywood actual. Pero su reacción es tan pueril como el cine que pretende esquivar. No es reprochable que los partidarios del Ayatollah parezcan tan tontos: tonta es la mirada que echa Affleck sobre el mundo que pone en escena. Es estúpido el sentimentalismo conque el grupo de diplomáticos norteamericanos afronta su peripecia. Y la vuelta del agente encarnado por Affleck al ámbito de su resguardo familiar, al final, es también estúpida… ¿Y entonces? ¿Cómo es que Argo goza de un consenso tan amplio, cómo es que algunos especialistas protestaron porque la Academia no distinguió el “gran” trabajo de Affleck con una nominación como director?”.



Entonces como ahora, me extrañó que el Cuervo fuera incapaz de explicarse el entusiasmo incomprensible de sus colegas como parte de una operación montada para demonizar al gobierno de Irán ante la opinión pública internacional y favorecer los planes de invasión imperial sobre la 5ta reserva mundial de petróleo. 




En resumen, Affleck finge, y es tan estúpido y tonto como su película, y tan pésimo como actor que como lo que verdaderamente es: un agente de la CIA que se hace pasar por cineasta. Desde luego, no soy el único que piensa lo mismo. Barbara Honegger, ex periodista de Asuntos Militares Superiores en la Escuela Naval de Postgrado del Departamento de Defensa, asistente especial de Ronald Reagan y analista política de la Casa Blanca (1981–83) ha declarado que Argo es el proyecto de propaganda de una o varias agencia de inteligencia con el objetivo de convencer al pueblo norteamericano para que los Estados Unidos marchen junto con Israel a una guerra contra Irán. Incluso considera que Ben Affleck podría algún día ser condenado por crímenes de guerra y traición a la patria, no sólo por Argo, sino también por su papel en “Pearl Harbor”, otra operación de inteligencia, en este caso montada para dar paso al 9/11. De acuerdo con Honegger, Affleck –al igual que su personaje en Argo– parece ser un agente encubierto haciéndose pasar por cineasta.



Pearl Harbor se estrenó en mayo del 2001, año en que resultó nominada a los Frambuesa de Oro como peor película, peor director, peor actor, peor guión, peor pareja en pantalla, y peor remake o secuela. El fiasco costó 150 millones de dólares, invertidos con el único propósito de infundir en el público al estado de paranoia y xenofobia que lo predispusiera para la Guerra contra el Terror, proclamada tras el autoatentado de las Torres Gemelas, voladas cuatro meses después. Donald Rumsfeld, al igual que Affleck y los realizadores, pasó 2000 y 2001 promocionando la película y regalando miles de copias del libro de Roberta Wohlstetter “Pearl Harbor, advertencia y decisión”. Su autora era la esposa del rabioso neocon y sionista Albert Wohlstetter, mentor de Paul Wolfowitz, mencionado en su obituario como “la figura desconocida más influyente de la última mitad del siglo”.



Irán ya ha contratado a la reconocida abogada francesa Isabelle Coutant-Peyre para presentar una demanda internacional contra los realizadores y productores de Argo, quienes de ser llevados a juicio y bajo juramento pueden verse obligados a revelar que su película –como la ficticia película dentro de la película– es una operación encubierta disfrazada. 

Y todo esto tiene bastante que ver con el antes, durante y después del 24 de marzo de 1976.  

(Por vos, Hernán Nuguer, que además de un joven estudiante de arquitectura, y comunista, seguramente fuiste un amante del cine)
 


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