martes, 31 de mayo de 2011

¿Por qué no, Beatriz Sarlo?

Por Stella Calloni

Releyendo a Lucio V. López en “la Gran Aldea” y después de observar lo sucedido en torno a la ensayista y escritora Beatriz Sarlo, me pregunto si es que acaso no seguimos en ese mismo lugar. Porque no existe una explicación racional al debate y la polémica creada alrededor de una figura, que surge desde la izquierda política, en un tiempo en que ella integraba un nutrido grupo de intelectuales jóvenes, en un período duro pero de resplandores culturales y de las ciencias políticas y sociales.

En este momento son escasos los rebeldes que lograron escapar a la cooptación de los años 90, que sucedió a la devastación humana y cultural de las dictaduras. El modelo neoliberal vendido como espejitos de colores o espejismos inalcanzables para las mayorías, ofrecía tanto poder de visibilidad a quien saltara el charco, que en el marco de una creciente mediocridad, se fue pasando del medio pelo de Jauretche a la calvicie intelectual de esa misma clase social que tan bien identificó don Arturo con su aguda mirada y su brillante humor.

En realidad lo del paso televisivo de Sarlo no fue un debate en el mejor sentido de la palabra, porque de haberlo sido, en un programa que logró irrumpir en el vacío para mostrar en imágenes lo que brillantemente se discutió en grandes congresos en todo el mundo sobre la tragedia que significó la concentración mediática y sus inevitables consecuencias, la discusión hubiera girado en otros ejes.

Tampoco se fue a fondo sobre los proyectos de desculturización que irrumpieron en el entorno de una frivolidad decadente y que son claves para los nuevos diseños de recolonización mundial, lo que hubiera podido ser un debate creativo y necesario, que no permitía ambigüedades ni huidas.

Páginas enteras se han escrito y el programa “Sarlo” se extendió inútilmente a otros días y espacios. Lo grave es que esa discusión en muchos casos banal impidió ver algunos hechos realmente importantes que desafían los aldeanismos como lo sucedido el 26 de mayo pasado donde se produjo un salto cultural extraordinario durante la inauguración del Centro de Estudios Estratégicos del Consejo de Defensa Suramericano.

Lo que allí se dijo, en ese ministerio de Defensa tantos años vedados a la sociedad en su conjunto, fue en todos y cada uno de los casos un discurso provocativo, salido de los márgenes habituales, que nos puso frente a un enorme cambio cultural y político que fue reflexionar en torno a la decisión nada menos que de una política de defensa nacional y regional, que es una mudanza desde rezagos coloniales hacia la plena soberanía, es decir uno de los mayores actos de liberación genuina.

La conferencia magistral del vicepresidente de Bolivia y politólogo Álvaro García Linera, la creatividad de sus conceptos, la renovación del pensamiento crítico, hubiera dado lugar a un magnífico debate de ideas sobre el país, la nación, nuestra América y el mundo, trascendiendo lo exageradamente doméstico del discurso habitual.

Es preocupante que hechos como éste, clave y decisivo para toda América Latina, renovador y creativo para el mundo en medio de tantas zonas grises y guerras coloniales no aparezcan reflejados en los medios, no ya del sistema y del poder hegemónico, sino en los nuestros.

Se perdió un momento histórico, que además llevaba a una didáctica del enfrentamiento entre un pasado dependiente que intenta regresar por otras vías con un futuro realmente independiente, abierto, como luminosas alamedas.

No hubo ninguna posibilidad de vulgarización de ese encuentro donde se fijaron las bases de una liberación necesaria, con propuestas y decisiones importantes, que colocan a nuestro continente en la vanguardia de la resistencia, contra nuevas formas coloniales cada vez menos encubiertas y cada vez más violentas.

Lo que en todo caso mostró la seguidilla de comentarios en torno a la visita a 6-7-8 de Sarlo, sin deslegitimar sus valores reales, es la degradación política de una oposición mediática tan burda que parece increíble.

Se convirtió un debate en tiempo de TV, es decir limitado, en un partido de fútbol, donde los barrabravas imponen la palabra final. La vulgarización de ese momento llegó a límites asombrosos en medios en los que Sarlo participa.

Hubiera sido importante que ella misma rechazara estas actitudes, en momentos en que se hace necesario rescatar tantos años de retroceso cultural, como nunca sucedió en nuestra historia.

Hay muchos jóvenes filósofos, cientistas sociales y políticos en las universidades de todo el país que se extiende mucho más allá de los marcos de esta capital-lo que algunos continúan sin reconocer- que tienen mucho por decir en el terreno en que Sarlo se siente “cómoda”, ya que ella prefiere “polemizar con personas inteligentes y que sepan bien de que están hablando. No con personas aproximativas más dominadas por sus gustos o sentimientos que por sus ideas” como dijo refiriéndose a su paso por el programa 6-7-8 en una reciente entrevista en Tiempo Argentino.

Y agregó “está probado que puedo debatir bien con (Ricardo) Foster y Horacio González”, lo que sonó lamentablemente a soberbia intelectual.


Hubo muchas intervenciones de Sarlo de una imprecisión asombrosa, como su referencia a una encuesta no identificada, ni en tiempo ni espacio según la cual al 70 por ciento de los argentinos no le interesa la política, en un momento donde precisamente se advierte una oleada renovadora que reinstala la política en el eje del que se la había desplazo, con voces nuevas y populares y en las calles donde siempre debe estar.

También hizo referencia a una hipotética prensa progresista alemana, pero habiendo estado recientemente en Alemania recorriendo ciudades, no sólo no se la ve, sino que es una de las demandas comunes de los intelectuales y universitarios de ese país advirtiendo sobre el “tiempo más oscuro” que están viviendo por la enorme desinformación en toda Europa.

Además atribuyó a la BBC de Londres “poseer el mejor periodismo sobre el Tercer Mundo”, cuando nunca como hoy se critica que esta cadena fue perdiendo la buena objetividad de otros tiempos, donde buscaban la verdad encubierta por los grandes medios, y soterrada en nuestro continente. Ahora no sólo los latinoamericanos sino los europeos más progresistas reclaman a la BBC haber perdido aquellos valores para transmitir un discurso pobre y manipulado sobre América Latina y el llamado Tercer Mundo.

En Europa –hay que decirlo- los más importantes intelectuales de estos tiempos han realizado enormes aporte en seminarios y congresos advirtiendo a sus sociedades sobre estas “oscuridades” que recuerdan la “noche y niebla” del nazismo en la desinformación y los silencios cómplices, de una prensa que quedó apresada en el espacio cerrado del poder hegemónico que se apoderó del 95 por ciento de los medios masivos de comunicación, sin dejar ventanas abiertas.

Se “tomaron” las agencias europeas, algunas fundaciones que alardeaban de “progresismo social demócrata”, todo quedó bajo un comando único lo que ha servido para ir deshaciendo el enorme poder que significaba para Estados Unidos una Europa unida. Lo estamos viendo en los sucesos europeos y en cómo Washington se va apoderando de zonas, con las que Europa negociaba abierta y directamente sin intermediarios en Euro, para debilitar a ese enorme poder potencial que incluso había puesto en la picota al dólar. Y es obvio el debilitamiento de la cultura europea, orgullo de otros tiempos. Y también que las guerras no son sólo por petróleo, agua, euros, recursos, sino por posicionamientos estratégicos, en un proyecto mesiánico de dominio absoluto.

En estos momentos la desinformación es usada como un arma de guerra y de dominación, que arrasa con la propia historia cultural.

Sarlo eligió bordear este tema y a pesar de su capacidad de indagar mostró una enorme debilidad en su discurso académico que no puede ser sustentado con ese burdo “conmigo no”. ¿:Y por qué no?.

También sorprendió cuando dijo que ya no se consideraba importante la influencia que pudieran tener los medios de comunicación ya que era una vieja concepción sesentista-de los años 60- como si no se hubiera producido el fenómeno más extraordinario que es el apoderamiento de los medios masivos de comunicación en todo el mundo, en un declarado proyecto de someter “metes y corazones” en el marco de un colonialismo tardío, pero no menos violento.

En el silencio que Sarlo quiso imponer sobre el tema, se ocultaba la larga lucha que continuó a aquellos despertares de los años 60 donde se dieron importantes discusiones cambios y remozamientos y se habló sin tapujos de los colonialismos e imperialismos culturales de la necesidad de recuperar identidades, todo lo cuál sigue siendo básico en el actual discurso, ya que la enorme concentración del poder empresarial mediático, superó largamente en manipulación y manejo social todo lo antes existente. Nunca fue tan brutal la intoxicación desinformativa del sistema y nunca hubo un bombardeo mediático tan consistente, goebbeliano y global como lo que sucede en la actualidad.

Este es un modelo de destrucción de culturas, pasados, identidades, propuestas liberadoras, un tsunami del poder mediático que intenta cortar los vuelos de la imaginación liberadora, hasta puntos extremos.

Y entonces parece que la reflexión de Sarlo sobre comunicaciones se paraliza en los años 60, sin advertir todo lo sucedido desde entonces con aquella desafiante Unesco de fines de los años 70, cuya apertura hizo posible que cientistas sociales, políticos y periodistas definieran los lineamientos mínimos de liberación y derecho justo de los pueblos a la información en aquel memorable informe de “Un solo mundo, voces múltiples”. Fue ese un paso gigante hacia la posibilidad de establecer un Nuevo Orden Internacional de la Información y la Comunicación.

Fue un paso de justicia, nada más y nada menos, que hasta hoy se continúa imaginando, a pesar de haber sido sepultado esos trabajos por las necesidades imperiales del momento, pero que en otros sectores despiertos, de sociedades adormecidas, se revela como una intensa y hermosa batalla de ideas que desafía y alumbra oscuridades.

A Sarlo se le ha pasado inadvertido el profuso y extraordinario debate sobre comunicación, incomunicación, discurso hegemónico que vulnera libertades y destruye culturas, que sostuvieron y sostienen cientistas, filósofos, sociólogos y periodistas, que, como ella dice, no están a su altura, a pesar de que sobre sus trabajos se elaboran la mayoría de las tesis académicas que mezquinamente escamotean nombrar esas fuentes indispensables.

Nada de eso parece haber sido percibido o al menos no es su preocupación filosófica en estos tiempos, lo que resulta muy significativo ya que además ignora displicentemente la grosera manipulación de los espacios de entretenimiento destinados a borrar todo vestigio de las viejas culturas y a disciplinar al espectador para la humillación y la competencia desmedida y llevarlo a los límites más inhumanos de un individualismo mediocre y feroz.

Rescatar la palabra y su contenido hoy por hoy es resistencia, maestra Sarlo. Y la resistencia tiene que ver con lo mejor de la inteligencia humana, que no es la misma que la de los claustros cerrados, ni la del poder hegemónico para someter a los pueblos sin defensa.

1 comentario:

  1. Acá una crítica desde la izuierda al debate Sarlo-6 7 8:

    http://www.ips.org.ar/?p=2255


    saludos
    DP

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