miércoles, 28 de julio de 2010

Eva Goris


El lunes pasado, a la medianoche del 58 aniversario de su fallecimiento, canal 7 proyectó “Eva Perón”, de Juan Carlos Desanzo, protagonizada por Esther Goris. Inspirado tal vez por los afiches conmemorativos conque la CGT empapeló Paseo Colón, aproveché para verla por segunda vez. La había visto cuando su estreno, en 1996, es decir que corriendo el segundo mandato menemista, un gobierno que, atmosféricamente hablando, no funcionaba como caja de resonancia ideal para las arengas justicialistas del filme. Recuerdo que algunos/as gustaban de explicar aquel entonces diciendo que “Menem no es peronista”. No, claro: Menem era, fue, es, será y parecerá siempre peronista. De derecha, si se quiere, o en el colmo de los colmos del camaleonismo, pero peronista al fin. Era más honesto hablar del “movimiento”, mientras se ponía cara de “Es muy difícil explicarlo...”. Hasta era mejor incluso pegar una sola putiada y mandarse a mudar a Miami.


Pero no estamos en Miami. Seguimos aquí. Lo que sí, estamos es en otro tiempo, uno bastante mejor, ganado a suerte de luchas, aquí, allá, en todas partes. Antenoche, aquella que me había parecido una película embobada en iluminar las imágenes de un pasado glorioso, me resultó ahora una pieza memorable y de gran utilidad para entenderse mejor con la política. La calificaría como “muy buena” si no fuera porque se excede en la cantidad de discursos peronchos, y porque el retrato del calvario físico de la heroína se torna demasiado largo y doloroso. Pero vaya si tiene escenas extraordinarias. La discusión sostenida entre la primera dama y los obreros ferroviarios durante la huelga de 1950, por ejemplo. “Hacerle una huelga a Perón...”, reflexiona con indignación ese personaje profunda y convincentemente encarnado por la montevideana Esther Goris. Qué gusto da verla y escuchar sus líneas, siempre en ritmo y dueña del cuadro. Otro momento notable acontece hacia el final de la película, en el dormitorio agónico de Evita. La reina, la plebeya número uno del mundo, quien a los 33 años se está muriendo de cáncer y bronca de dejar desamparado a su pueblo, recibe a quien parece ser la persona que mejor la entiende y la quiere. Se trata de su modisto, Paco Jamandreu admirablemente interpretado por Horacio Roca, quien le confiesa: “Ser puto, ser pobre y ser Eva Perón en este país despiadado es la misma cosa”. Con cuanta relevancia se actualiza hoy ese párrafo, esa charla.

En próximas dosis intentaré prestar más atención al fino tratamiento de la cuestión del facismo peronista que lleva adelante la película, cosa que logra a través de Goris y la evidente comprensión de una filosofía política otrora contagiosa que la película nos brinda en perspectiva, para valor de analizarla como fruto del conflicto y la experiencia social y no como una cuestión de malvados y vehementes oradores de pelada o bigotito. Cuando Enrique Santos Discépolo medio le reprocha la traición a los ideales de la democracia, Eva Goris le responde: “Dejate de joder y no me pongás de mal humor, Discepolín...”.

La pasó Canal 7 el lunes a la medianoche, antes de dar paso a esos dos compinches de la cinemanía. Conste que cuando digo “Canal 7” lo hago con énfasis, al cuidado de la costumbre de llamarlo simplemente “el 7”, en defensa de esa entrañable memoria de perilla, blanco y negro gracias a la cual TELEFE nunca dejó ni dejará de ser -¡y parecer!- “el 11”. Nostalgia donde “el 9” siguió jugando de 9 por más que Romay le mandara Libertad y palomita por los costados, tan escaso de goles. Y sepan de paso los más jóvenes que “el 13” no siempre fue el más insoportable entre los canales, y que América equivale al “2” de La Plata, el que sólo unos pocos agarran, retorciendo la antena y con mucha lluvia. (Todo para mostrar como el decir “La Televisión Pública”, además de largo, me hace un ruidito too much “nac & pop”)

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